En honor del poeta peruano Mario Vargas Llosa, quien se atrevió en suelo mexicano denominar al PRI hegemónico y al sistema político mexicano “La dictadura perfecta”. El último del boom literario latinoamericano.

A lo largo de la historia política de México, los mecanismos de control social han sido una constante en la estrategia gubernamental, utilizados no solo para garantizar la gobernabilidad y la estabilidad social, sino también para consolidar la legitimidad del poder. Desde la administración de Lázaro Cárdenas, el PRI supo que el control social era clave para evitar brotes de violencia y protestas, y para mantener una cohesión social que permitiera el desarrollo del país. Sin embargo, esta necesidad de control se fue transformando con el tiempo, adquiriendo características que, lejos de promover la democracia, sembraron las semillas para la perpetuación de un sistema político autoritario y clientelista.

La hegemonía del PRI: un “mal necesario”

Durante los largos periodos de gobierno del PRI, desde la creación del partido hasta su hegemonía completa, la estructura del control social fue una de las claves para la estabilidad. La fusión de los diversos sectores sociales (obreros, campesinos, empresarios) bajo un sistema corporativo permitió al PRI mantener un monopolio político, en el cual las instituciones como el ejido o el sindicalismo oficial se convirtieron en herramientas de cooptación y lealtad al partido. Aunque este modelo autoritario fue cuestionado por su falta de pluralidad, también debemos reconocer que permitió un contexto en el que se sembraron las bases de la institucionalidad política, particularmente en el ejercicio del poder y la transición pacífica entre grupos políticos.

El control social en la era de Morena: nuevas Estrategias, viejos Riesgos

Hoy en día, bajo la administración de la actual administración, el control social ha adquirido nuevas formas. Morena, lejos de ser un partido estructurado como el PRI, se presenta más como un movimiento político que agrupa diversas fuerzas sin una clara organización corporativa. Sin embargo, el gobierno de Morena ha sabido explotar la herramienta del clientelismo moderno a través de los programas sociales, tales como Jóvenes Construyendo el Futuro, Sembrando Vida y Pensión para el Bienestar, que han sido utilizados no solo para atraer votos, sino para consolidar una base electoral fiel que depende directamente de las ayudas sociales. Estos programas han logrado una gran penetración en diversos sectores sociales, garantizando no solo el apoyo popular, sino también la lealtad inquebrantable de aquellos que los reciben.

El otorgamiento de becas y subsidios en efectivo ha sido clave en la estrategia de legitimación del gobierno, lo que ha permitido que la administración actual construya una base sólida de apoyo social. Sin embargo, este tipo de políticas plantea serias preguntas sobre el futuro de la democracia mexicana. La ciudadanía, al depender de estos apoyos, puede verse atrapada en un sistema que no fomente la participación activa, crítica y reflexiva, sino que favorezca una sociedad acrítica, fácil de manipular a través de la distribución de recursos. Así, el riesgo de caer en un letargo político es elevado, donde la crítica y la deliberación democrática se ven desplazadas por la pasividad y la conformidad.

Democracia y control social: ¿una coexistencia posible?

El control social, cuando es utilizado de manera excesiva, puede transformar las democracias más robustas en sistemas autoritarios. A pesar de que los mecanismos actuales de control social no implican la misma coerción directa que los de épocas pasadas, su efecto en la participación ciudadana y en la pluralidad política es evidente. La democracia se ve amenazada cuando los ciudadanos se convierten en meros beneficiarios de programas que, aunque pueden aliviar necesidades inmediatas, también pueden llevar a la consolidación de un poder que depende más de la dependencia económica que de una verdadera representación política. Este es el riesgo que corre México en la actualidad, donde la lealtad al gobierno se convierte en un valor fundamental para la supervivencia de muchos.

Reflexión final

Los mecanismos de control social han sido una constante en la historia política de México, adaptándose a los contextos de cada periodo. Si bien son necesarios para garantizar la gobernabilidad y estabilidad de un país, también es crucial que no se desvirtúen hasta convertirse en herramientas de perpetuación del poder. El futuro político de México dependerá de la capacidad de sus instituciones para equilibrar el control con la participación democrática activa, y de la ciudadanía, que debe resistir la tentación de caer en la pasividad política. Solo así se podrá construir un sistema más inclusivo, democrático y realmente legítimo.


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