14 de abril de 2025. Las procesiones de la Semana Santa de España tienen muchos acentos y sabores. La Hermandad de los Estudiantes de Madrid cumple 35 años y ha vuelto a procesionar por las calles de la capital este Domingo de Ramos con un sabor genuino, síntesis de lo sevillano y lo castellano.

Así lo ratifica a ACI Prensa Juan Armada Espinosa, hermano mayor de esta cofradía que tiene su sede en la Basílica Pontificia de San Miguel, sede de la Nunciatura en España, en pleno centro histórico, cerca de la catedral y la Plaza Mayor.

“Somos una hermandad de silencio, síntesis de los sevillano y lo castellano, con nuestra propia personalidad”, describe Armada, quien se felicita por el buen momento que vive la cofradía, en especial en los últimos años: “Desde la pandemia, ha ido creciendo de una manera, casi podríamos decir que desmesurada, aproximadamente de 35 o 40 hermanos por año”.

Los días previos a la Semana Santa, abundan los nervios. Muy en especial, el Viernes de Pasión, cuando se realiza el tradicional via crucis solemne, la jura de reglas de los nuevos cofrades, el traslado del Santísimo Cristo del Perdón a su paso procesional y el retranqueo o ensayo general.

“Es un sentimiento de inquietud, de nervios, de ilusión y, en este caso, con cierto temor, porque el tiempo nos amenaza”, explicaba el viernes el hermano mayor. Tanto es así, que no se puedo realizar el via crucis en la calle debido a la lluvia.

Los nuevos cofrades aguardan el momento de su incorporación, mientras que los costaleros, se ayudan unos a otros a ajustar los costales (la prenda colocada sobre la cabeza en la que se apoya el peso del paso) y las fajas.

Entre los cerca de 40 nuevos cofrades que se comprometen a guardar las reglas de la hermandad, se encuentra su nuevo consiliario, el P. Pío Santiago Abad.

El traslado del Cristo es un momento solemne, en el que se guarda silencio para que se oigan con claridad las indicaciones de los capataces, que dirigen con palabras certeras el desempeño de los 60 hombres que, en grupos de 30 portan los cerca de 1.000 kilos de cada paso.

Una vez completado el ritual, sólo queda rematar los adornos florales de los pasos durante el sábado y aguardar que el tiempo acompañe. “Tanto si salimos como si no, nuestra labor es la de evangelizar”, subraya el hermano mayor a ACI Prensa.

Amanece lluvioso el Domingo de Ramos

El Domingo de Ramos amanece nublado y lluvioso por la mañana en Madrid y las previsiones meteorológicas no son nada halagüeñas. Sin embargo, la basílica pontificia de San Miguel es un hervidero de cofrades.

Todos tienen una función asignada y, a pesar de la incertidumbre, se preparan para procesionar: costaleros, penitentes, damas con mantilla, monaguillos, aguadoras, paveras, faroleros… La actividad es frenética.

La Junta de Gobierno de la Hermandad, se reúne cada cierto tiempo. Son los llamados cabildos de aguas y cabildos de salida, que evalúan la situación meteorológica y el momento oportuno para salir a la calle, en su caso. Estas reuniones se realizan en una estancia de la basílica que llaman con simpatía “el despacho oval”.

A falta de diez minutos para las cinco de la tarde, el hermano mayor anuncia una primera decisión: retrasar una hora la salida, a la espera de que despeje el cielo.

“Realizaremos la estación de penitencia”

Mons. Bernardito Auza, quien ha sido nuncio en España y ya con nuevo destino asignado, en la Unión Europea, llega al templo justo para conocer la decisión. En su presencia, se decide rezar el Santo Rosario hasta nueva orden.

A las 18:02, regresa el hermano mayor a la nave central del templo para dar el anuncio esperado: “Hermanos, hermanas, la Junta de Gobierno, reunida en cabildo extraordinario de aguas, ha decidido que realizaremos la estación de penitencia”.

Tras un aplauso emocionado, al que se suma Mons. Auza, todo se dispone para que, faltando 15 minutos para las siete de la tarde, asomara por fin, por el portón de la Basílica de San Miguel el Cristo tallado por Luis Salvador Carmona en el siglo XVII.

Veinte minutos más tarde, también sale a la calle la imagen de la María Santísima Inmaculada Madre de la Iglesia, obra de Juan Manuel Miñarro, que acompaña por las calles de Madrid al Cristo de la Fe y el Perdón desde el año 2000.

El recorrido por las calles del centro de Madrid, acompañado por los fieles, retrata con fidelidad esa síntesis castellana y andaluza de la cofradía.

Todos los que acompañan los pasos guardan un riguroso silencio que contagia el ambiente, muy en especial junto al Cristo, que es elevado y descendido por sus porteadores en cada tramo con una delicadeza extrema, como si levitara.

Sólo el roce en el suelo de las zapatillas de los costaleros y las indicaciones sobrias de los capataces rompen el ambiente de recogimiento.

Por su parte, las “levantás” del paso de la Virgen María se realizan con el brío propio, más festivo, de las procesiones del sur de España. También las órdenes del capataz animan a ello. “¡Vamos, valientes!”, repite en cada ocasión.

Con el atardecer, las luces de los velones que portan los nazarenos y las que embellecen el rostro de la Virgen María en su paso, toman protagonismo y trasladan a los fieles que la siguen con la mirada el sentimiento profundo de estar sumergidos en la hora esencial que cambió la historia.

Pasadas las once de la noche, la procesión llega de nuevo a la Basílica de San Miguel, donde en el silencio de la noche, aún cabe una muestra de devoción adicional: un cante hondo y sentido.

Boletín de ACI PRENSA


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